miércoles, 11 de diciembre de 2013

LXIV

Se han vestido el uno al otro,
ella lleva a Jesús en el cuello,
él necesita algo,
sueña con sus besos
y sueña que no la quiere.

Verá el brillo de un sabor amargo
sentirá sus dientes sobre el paladar
y el sabor rancio de otras muchas muertes,
el engaño de una ciudad oscura
oculta en la pubertad.

Ella lo verá caer
y deberá caer con él
pero tendrá miedo y no lo hará

Por momentos pareció tocable
no mas un recuerdo o una idea
de días blancos y negros;
él ahora es mucho más joven.

Pero tú recuérdame a mí
como al que escribió esto,
que, aunque estabas lejos, pensaba en ti
y es la sombra del niño la que se hunde sobre el agua

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